Ayer viajé a la CDMX desde Monterrey. 18 minutos antes de aterrizar el piloto tomó el micrófono y nos señaló el aeropuerto militar de Santa Lucia, sí, el que AMLO propone.
¿En serio quieren usarlo de alternativa?
2 minutos antes de aterrizar, en cambio, se ve la obra del NAIM en Texcoco, sí, el que ya tiene un 30% de avance.
El taxista que me transporta a mi cita, me dice:«Es una tragedia lo de la cancelación, es una estupidez. No tiene usted idea de la cantidad de ingenieros y trabajadores que me tocaba transportar diariamente al aeropuerto de Texcoco, y la calidad de la obra… pero todo eso se acabó por la terquedad de AMLO y eso que yo voté por él. No soy especialista en el tema, pero la manera en que tomó la decisión es muy peligrosa».
Lo mismo opinan los mercados y analistas económicos, incluyendo a muchos de izquierda.
Decisiones de esta magnitud no pueden hacerse sobre las rodillas, por capricho o porque se convirtieron en banderas políticas, el efecto negativo es muy profundo y de muy amplio espectro.
AMLO fue mal asesorado, se equivocó y los mercados ya se lo han dicho. Por ello ha tenido que salir a dar tantas explicaciones, para tratar de calmar la desconfianza que ha generado.
La mala decisión tiene solución, pero el ego estorba y AMLO ya le ha invertido muchísimo capital político a la cancelación.
Si no quiere resolverlo, el NAIM en Texcoco quedará como monumento al capricho y recordatorio a la sociedad mexicana de que su sistema político le otorga demasiado poder a sus gobernantes.
